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27 de abril de 2010

Volar

Siempre me pasa lo mismo, cuando está aproximándose la fecha de irme de vacaciones los primeros días estoy ansiosa, se mezclan las ganas de escaparme con los nervios de encontrar un buen lugar donde descansar. Además soy de las típicas que le gustan preparar el viaje con antelación, la mayoría de las veces tengo hasta tres semanas antes preparada virtualmente mi maleta. Lo de virtual lo digo porque en realidad tiro de papel y boli para saber que es lo que voy a llevar, claro. . . nunca llega a ser una lista definitiva pues según pasan los días apunto, tacho, cambio,primero no llevo nada, luego que si mucho. . . aún así me gusta hacerla.

Una vez pasados los primeros nervios, y después de haberme informado bien del sitio donde voy a pasar las vacaciones, surge entonces otro tipo de nerviosismo, el que aparece cuando ir al lugar elegido implica coger un avión, pues tengo que reconocer que soy una "cagona" para eso de volar, pero mi afán por descubrir nuevos lugares y hacerlo de la manera más cómoda me ayuda a superar ese miedo. A quién quiero engañar, este año tengo que coger cuatro aviones en menos de una semana y ya estoy "flipada", vale quise ponerlo fino, ya sabeis lo que quería decir.

Seguiré mirando los folletos contemplando los bellos lugares a los que iré . . . y de paso me repetiré "yo puedo, yo puedo". . . ARGGG!!, con lo bonitos que son esos sitios a los que se va en coche.

2 comentarios:

  1. Me he reído mucho porque a mí también me pasa algo parecido, lo que ocurre es que me casé con una persona a la que debieron concebir en pleno vuelo porque si no, no se explica el amor que siente por los aviones, tan grande como mi aversión por todo lo que se despega del suelo.
    Y eso que este año, por circunstancias, libro (de momento) de pisar un aeropuerto, pero no tardaremos mucho...
    Salvo que aparezca la nube volcánica para salvarnos.

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