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21 de abril de 2010

Malas lenguas

A medida que iba pasando el tiempo parecía que se encontraba más perdido, su cabeza se llenaba de dudas, y no encontraba solución a su problema. Que la gente en un momento dado de su vida pueda llegar a sentirse perdida, dentro de lo que cabe es normal, pero no lo era en este caso para Falo que de unos meses para acá tenía la cabeza en otro sitio, parecía desorientado, y eso en el párroco del pueblo era un poco extraño.
Las malas lenguas decían de todo, que se había vuelto loco, que se había liado con una cubana por Internet, que si le daba a los porros. . . cualquier cosa les valía para despellejar al pobre hombre, nunca había despertado confianza en sus feligreses. Aquella gente de pueblo estaba acostumbrada a su cura de toda la vida, don Anselmo Cienfuentes Padilla (un hombre de setenta y tres años, que un día no pudo más y acabó muriéndose en plena misa mientras celebraba un funeral), y no acababan de aceptarlo.

Un día Marcial, amigo de Falo, fue a visitarlo a su pueblo. Cuando llegó y vio a su amigo tan raro le preguntó;

- ¿Qué te pasa Falin que te veo tan apagao?.
- Estoy perdido Marcial, estoy perdido. . .
- ¿Porqué dices eso amigo mio?, ¿Acaso es verdad lo de que estas liao con una negra?.
- Que va, esas son cosas que se inventan en el pueblo.
- ¿Entonces?.
- Es otra cosa.
- Coño, pues dímelo ¿no ves que estoy pregutándotelo?.
- Hace unos meses, mientras arreglaba una mesa de la sacristía me encontré escondido algo en lo que pareciera un compartimento secreto. . . desde entonces no duermo muy bien, y tengo miedo pues de mi se han apoderado malos pensamientos, que me han demostrado que no sirvo para ser cura. He intentado luchar contra ellos, pero no puedo. Resumiendo, tengo algo en mi poder que me ha cambiado y estoy planteándome dejar la profesión.
- ¿Cómoooo?. . .¿Qué has encontrado para que lo dejes todo?.
- Cincuenta y ocho millones doscientas treinta y dos mil de las antiguas pesetas.
- Bueno Falin, estas de broma. Nunca pensé que los aires de este pueblo te volvieran chistoso, con lo rancios que son aquí.
- No, no estoy de broma, debajo de la mesa que te dije estaba escondido el dinero. Por un tiempo pensé en informar a los altos cargos, no lo hice, luego decidí gastar el dinero en obras de caridad, tampoco lo hice y en esas estoy. . . que no sé qué hacer con la pasta.
- No me lo puedo creer, ¿quieres decirme que te has encontrado con semejante fajo, y no sabes qué hacer?. . .¿ y de dónde habrá salido ese dinero?.
- No sé, pero uno de los cotilleos del pueblo era que al antiguo párroco, don Anselmo, le había tocado un montón de dinero en la primitiva o en lo de los ciegos, no se sabe bien, pero él siempre lo negó, decía que eran cuentos. . . Seguro que de ahí viene el dinero.
- Y ¿ por eso dices estar perdido?.
- Sí, porque no puedo negar que he pensado en marcharme con el dinero, y dejar esto de ser cura. Pero por otro lado sé que estoy haciendo mal y yo más que nadie debería de hacer las cosas bien.
- ¿Sabes qué Falo?, te voy a dar un consejo. . .


Nunca más se supo de Falo, tan sólo lo que se hablaba en el pueblo; que aquél cura tan raro que había salido del armario, se había escapado con la recaudación para el arreglo de los campanarios, con un antiguo novio a la ciudad de Amsterdam.

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