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28 de marzo de 2010

La 111

Lo que en un principio iba a ser algo fácil de tres o cuatro días como mucho, ya se complicó nada más bajar a quirófano. Los planes del cirujano inesperadamente tuvieron que cambiar, la operación fue más laboriosa y por ello el tiempo de ésta aumentó considerablemente. La reanimación. . . horrible, con mucho dolor, parecía un zombie que no se enteraba de lo que sucedía alrededor. Luego día tras día, pasé de la impotencia y las lágrimas por verme inútil pues no podía ni levantarme de la cama, a las ganas de echar a caminar para poder escapar de allí. . .

La estancia en un hospital para nada es grata ya que cuando uno va se supone que es por encontrarse enfermo, pero si encima te encuentras con mal ambiente como me ha pasado a mí, puede convertirse aún peor. A mal ambiente me refiero al trato de un sector del personal del hospital, en este caso el de las celadoras. . . algunas parecían estar programadas para dar voces, quizá porque la mayoría de los ingresos eran viejos y debían de pensar que todos estaban sordos. . . llegaban incluso a tratar a las personas como fardos, trozos de carne enfermos. Pero bueno. . . siempre hay excepciones, también existe gente que se preocupa por el enfermo y que hasta tiene atenciones con él.
Yo del hospital me he ido con más marcas de las que pensaba, con el excelente trato y trabajo de un buen cirujano, el mal recuerdo de dos celadoras y cómo no, con las historias de una de mis compañeras de cuarto; Olvido, una gran señora con espíritu de niña.

2 comentarios:

  1. Ahora a recuperarse en casa, olvidando las malas experiencias. Un saludo desde Portugal.

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  2. Sí eso es lo que haré, recuperarme lo antes posible...gracias, espero que lo estés pasando muy bien.

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