De repente algo sucedió, su cara cambió de forma. . . la ira se apoderó de sus ojos pareciendo que fueran a salirse de sus órbitas, y la rabia transformaba cada una de sus palabras en gritos, chillidos acompañados por salpicaduras de saliba . El corazón le bombeaba a doscientos y sus venas se hinchaban debajo de su piel enrojecida por la cólera, pareciendo que en cualquier momento fueran a reventar.
Toby pensó entonces que su amo se había convertido en un monstruo, no paraba de gritarle, así que optó por bajar su cabecita y meter entre sus piernas el rabo. . . ahora sólo le quedaba esperar. . .quizá más tarde, cuando todo pasara su amo volvería a acariciarlo.
Pobres perros, cuantas veces sufren las iras de sus amos sin comprender el motivo. ¡Cuánto miedo pasarán hasta que la situación vuelve a su cauce habitual!
ResponderEliminarLa misma sensación que cuando los abandonan
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