Recuerdo cuando una niña de mi clase dijo un día;
" Ya no podemos jugar más a luz de cadena, ni al escondite, ni a la cuerda. . . ahora somos mayores". Yo pensé, ¡pero si vamos a sexto!. En aquél momento me dí cuenta de lo estúpida que podía llegar a ser una persona que pretendía hacernos mayores sólo porque esta así lo había decidido . . . yo quería seguir jugando, ya vendrían otros tiempos. La pena es que todas las demás le hicieron caso, y apartir de aquél día mientras ellas se dedicaban a cotillear de fulanito o de menganito, yo vagaba por el recreo más aburrida que una ostra, enfadada porque alguien me había dejado media hora sin jugar.
Me pasó algo parecido, teníamos un grupín de colegas en el colegio que compartíamos juegos e historias, pero todo acabó el día que dos de ellos empezaron a reírse de todo lo que emprendíamos y a cuenta de ello empezamos, no a sentirnos mayores, sino un poco desplazados.
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