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10 de marzo de 2010

El anciano

Aquél día frío de invierno se acercó a mi mesa. Yo estaba leyendo tranquilamente el periódico a la vez que tomaba el café cuando se sentó en la silla que estaba frente a la mía y empezó a observarme.
Jesús era un anciano que llevaba una temporada entrando sobre la misma hora al café de Román, esa hora a la que yo salía a desayunar. Siempre ocupaba la misma mesa y en ella no perdía detalle de todo lo que pasaba. No sabría decir su edad , ochenta. . . setenta y siete. . . no sé, soy muy mala para calcular. Tenía el pelo completamente blanco, unos ojos de color miel. . .era delgado, poca cosa. Siempre venía vestido igual; pantalones grises, un viejo jersey de punto y un amplio abrigo de lana del mismo color que los pantalones.
Alcé los ojos y no tuve más remedio que saludarlo con un tímido "Hola", a la vez que pensaba el porqué demonios se habría sentado ahí.
- "Tengo una misión secreta"
- "¿Qué?"
- "Niña ¿estás sorda?"
- "Claro que no".
- "No tengo mucho tiempo así que toma. . . y disimula que nos vigilan".
Busqué con la mirada a Román, mi buen amigo, necesitaba que me salvara, pero había salido a fumar. Lo veía por los cristales hablando con un tipo.
- "No sé que quiere, pero si lo desea le pido su café. . .yo tengo que irme". Casi no me salían las palabras.
- "No te muevas, me delatarás".
- " ¿Qué dice?"
- "Niña , sé que es difícil de creer pero te lo voy a contar. Soy espía y hace poco tiempo han dado con mi paradero. . . llevaba años escondiéndome , pero son muy listos".
- "Ya". Fue lo único que se me ocurrió decir.
- " Llevo unos meses viniendo por aquí. . . y la semana pasada me descubrieron en este mismo lugar".
- "¿Quién?".
- "Uno de los que me quiere encerrar".
- "¿Porqué?".
- "¡Coño no te estoy diciendo que soy espía, pa que lo cante todo!".
Resoplé, ahora ya no tenía miedo sino lástima. Y Román seguía en la calle.
- "Coge esto y si mañana ves que no vuelvo mándalo a la dirección que hay dentro". Alargó su brazo y me entregó un sobre amarillo.
- "Confío que me ayudes en esta misión".
- "Pero ¿porqué yo?".
- "Los demás no son de fiar y a ti te he estado vigilando".
- "¿Qué?"
- "¡Joder con la sorda!. . . pues eso,que he comprobado que tú no tienes nada que ver con ellos. Tú ayudame, mis jefes sabrán recompensarte".
En ese momento entró el individuo que había estado hablando con Román, no lo conocía.
- "Ya están aquí, corre cógelo".
Aún no sé porque lo agarré y lo guardé en el bolso.
- "Recuerda, mándalo a esa dirección".
El hombre vino hacia nosotros con la cara muy seria.
- " Jesús ya está bien, vámonos. Perdone, ¿le ha molestado?".
Miré al anciano, parecía derrotado, triste.
- "No, tan sólo charlábamos de cosas de antes". En los labios de Jesús apareció una pequeña sonrisa, y se fueron. Román les abrió la puerta, los despidió y se dirigió a la barra.
- "Oye Román"
- "Dime".
- "¿Quien era ese tipo?"
- "¿El que lleva a Jesús?". Le contesté que sí. "Su hijo. Viene de Barcelona para pasar unos días en el pueblo, y así poder arreglar el tema de su padre".
- "¿Qué tema?".
- "Pues el hombre ya está mayor y no puede vivir solo, así que lo va a meter en una residencia".
Empecé a entenderlo todo, pero entonces. . .¿la carta?. Abrí el sobre con cuidado y en su interior encontré dos folios, estaba impaciente por ver lo que tenían escrito. Los desdoblé y . . . estaban en blanco.
No volví a ver más a Jesús, ni a su hijo y confieso que aún guardo la carta en una cajita de madera que tengo en el escritorio. . . no sé porqué pero me da pena tirarla.

3 comentarios:

  1. Me apena esta gente que, de tanto repetir una fantasía, acaban creyéndola. Quizá un síntoma de soledad, de desánimo, qué se yo...

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  2. Crean otro mundo para evadirse de la realidad pero no sólo por desánimo o soledad, también por miedo a la vejez, a morirse...miedo porque se ven en la cuenta atrás.

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  3. Me gusta Su. Según el estado de animo con el que se lea, siempre se encuentra un trasfondo diferente.

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