¿ Dónde está la mi escuelina ?, aquella en la que aprendí a ir creciendo, aquél lugar de amigos fugaces, donde todo olía a lápiz, papel y goma. . .
Y aquél maestro que nos decía;
" Ya veréis, cuando seáis mayores vais a echar de menos esto." Nosotros nos reíamos entonces.
El día que la tiraron me saltaron las lágrimas, qué tontería, pero pensaba que se iba algo que me importaba. No sé, creo que la pena está en que todo cambia.
A mí me ocurre algo parecido con la casa de mis abuelos, en el pueblo. Resulta que mis padres tienen otra vivienda allí, y la de los abuelos pertenece a partes iguales a mi madre y a mi tía. Ninguna de las dos la necesita, y probablemente algún día se desharán de ella.
ResponderEliminarPero... ¡tengo tantos recuerdos metidos entre aquellas cuatro paredes de piedra! ¿Se pueden vender las risas en la cocina, las charlas nocturnas en el viejo corredor, las carreras detrás de los gatos sobre el suelo de castaño, las noches en vela en la mullida cama, leyendo...? ¿Quién me va a compensar a mí cuando manos extrañas dispersen a los cuatro vientos todos mis recuerdos?