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9 de junio de 2010

Mala suerte.



- "Carlos... ¿Vienes con nosotros?".

- "Pues claro, cojo la gorra y nos vamos".

Era domingo por la mañana, el tiempo acompañaba como venía haciéndolo toda la semana desde que llegaran al camping y los primos ya se habían levantado con ganas de ir a darse un baño.
A Carlos le gustaba ir con ellos al río, mojarse un poco y observar todo lo que allí podía descubrir.

-" Venga Carlos, aquí no cubre..."

-" No Luis, sabes que mi madre no me deja, además estoy bien en este sitio... ¿ves?". Con un palo luchaba con los juncos de la orilla.
No le importaba no saber nadar, él siempre decía que para el siguiente año aprendería, pero como todos los años era una excusa, le daba miedo meterse en el agua, le horrorizaba no llegar a pisar el fondo y no tener lugar donde apoyarse. Prefería quedarse y mirarlo todo... desde las libélulas hasta los graciosos zapateros que con sus patas ondulaban la superficie del agua...tiraba piedras con el fin de batir su récord de cuatro rebotes...se paraba a mirar los dedos de los pies cuando los sumergía en el agua e intentaba coger con ellos las piedrecillas más pequeñas.
Aquél día Carlos se puso a observar los renacuajos. Agachado con cara de quien acababa de descubrir un tesoro, pudo contemplar cómo entre la hierba había ejemplares adultos aún con la forma de la cola detrás. Le pareció increíble el que aquellos bichejos no sólo sabían vivir en el agua cuando eran pequeños, sino que además luego les salían patitas y se marchaban a explorar fuera de ésta.
Nervioso, quiso coger una rana...pensó que estaría bien llevarla a la caravana para enseñársela a su padre, quería mostrarle el tesoro y que así viera que también en la orilla del río uno se lo podía pasar bien, que no era tan importante saber nadar como él decía. La agarró con sumo cuidado y entre sus palmas sacó una de aquél lugar.

- "Luis voy a ver a mi padre, luego vengo..."

-" Valeee..."- y Luis siguió chapoteando con su hermano Lucas, el mayor.

Ilusionado, se dirigió a la parcela donde se encontraba su caravana. Nunca aquél trecho le había resultado tan largo, quizás debido a su forma lenta de caminar para llevar con todo el cuidado posible a la rana, la cual no paraba de revolverse en sus pequeñas manos haciéndole cosquillas.
Ya en la caravana Carlos llamó a su padre;

- "Papi, papi...mira lo que traigo".

- "¿Qué pasa enano?".

Al abrir las manos el niño no pudo articular palabra. La rana había muerto y en su intento de escapar se había roto una de sus ancas. Carlos empezó a llorar, sintiéndose culpable de su muerte. Entre sollozos le preguntó a su padre;

- "Pero... ¿porqué papá?...¡si la traje con cuidado!".

- "Ha tenido mala suerte... quizá no lo entiendas hijo pero la vida nos guarda momentos desafortunados, no los buscamos pero llegan sin más".

Aquellas palabras de nada le sirvieron, quería saber qué había hecho mal y tan sólo se encontró con palabras que le sonaban a hueco... a nada... así que decidió no volver al río, se quedó sentado, inmóvil y sin hacer nada, pues su padre le había dicho que todavía iba a tener un montón de momentos malos.


Hablando se entiende la gente... aunque a veces hay que asegurarse de no irse con una idea equivocada.

3 comentarios:

  1. Me gustan los cuentos morales, aunque hay que poner cuidado en que la moraleja no sea muy evidente. Al final pareces hablar de las desgracias que nos sobrevienen sin buscarlas, aunque me parece más interesante la reflexión sobre la agonía del ser sacado de su ambiente.

    Saludos, Su.

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  2. El niño Carlos no tiene la culpa, el actuó con la mejor intención, la clave es que la vida nos depara sorpresas desagradables y agradables a todos y lo importante es saber afrontarlas.
    Me ha gustado mucho la descripción de ese niño que se queda en la orilla pensativo... que podría haber sido hasta yo mismo.
    Un beso y buenas noches.

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  3. Yo no soy mucho de cuentos, ni relatos pero si leo y me atrapa para mí ya está, y eso tiene que ser bueno.

    mi abrazo Su

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